martes, 23 de agosto de 2011

La muerte de un Workaholic


Roberto hacía más de 20 años que trabajaba en la misma empresa vinculada al comercio exterior. Conocía todos los procedimientos y clientes como ningún otro. Pero Roberto lo hacía todo en forma manual. Nunca tenía tiempo para pensar, para mejorar un proceso ni para compartir información. Por eso trabajaba 14 horas por día y también sábados y domingos.

Muchos años atrás, Roberto había cometido – a su criterio – una mala decisión laboral, renunciando a un empleo seguro y bien pago, lo que luego le acarreó algunos problemas económicos. Como “castigo” a esa decisión, se prometió a sí mismo “trabajar hasta el último día de su vida”, tomando el trabajo como un castigo y no como una bendición. Así, se convirtió en un Workaholic. Y así, su promesa fue cumplida.

Al igual que todos los adictos al trabajo, Roberto no había desarrollado una vida fuera del ámbito laboral. No había hobbies, deportes, intereses culturales o simples distenciones con amigos. Cada nuevo día era un calco del día anterior.

Se cuenta la historia de una persona que solía llevar un diario de su vida. Todas las noches al regresar a su casa, escribía lo que había sucedido durante el día, sus emociones y sus proyectos. Una noche, cuando se disponía a anotar lo sucedido, vio con asombro que las páginas ya estaban escritas. Y para su sorpresa, el día de mañana, el de pasado mañana y todos los siguientes ya estaban escritos también. Pudo saber con anticipación cuándo lo ascenderían en su trabajo, se emocionó al saber que su equipo favorito ganaría el campeonato nacional y que sería abuelo de un hermoso niño dentro de seis años.  Siguió leyendo con avidez hasta que se encontró con una página en blanco. Cerró el diario y allí, en ese preciso momento, murió súbitamente. No estaba enfermo ni sufrió un infarto. Es  que al saber lo que iba a suceder con cada día de su vida, ésta había perdido sentido de ser vivida.

Cuando Roberto debió pensar en jubilarse, su vida también perdió sentido. Se dio cuenta que su diario ya estaba escrito. Y llegó hasta la última página en blanco mucho antes de lo que todos suponíamos. Menos él.

Para que nuestro diario no sea una sucesión de hojas fotocopiadas por la rutina, innovemos, desafiemos nuestros propios paradigmas y veamos en el trabajo una forma de realización y no un mero medio para ganar nuestro sustento. Y jamás veamos el trabajo como un  yugo o un castigo. 

Para que gente de bien como Roberto no auto limite su potencial y pueda liberarlo dentro del ámbito laboral, es que hacemos Resultoría y no sólo consultoría. Lamento no haber sido más convincente para que Roberto también lo hubiera visto así.


Guillermo Sicardi, MBA
www.resultoria.com



1 comentario:

Fernando Valle dijo...

Me identifico plenamente con Roberto, pues llevo casi 28 años de tedio en los Casinos Municipales, exceptuando los 5 años que ocupé el cargo de Gerente General, donde al menos sentí tener la capacidad de intentar hacer cosas, que luego la IMM no llevaría a cabo.
Hoy, al leer el diario plural (perdón por el chiste), veo con agrado que el Director político dice que seguirán una estrategia comercial similar a la utilizada bajo las normas del "Derecho privado", para mejorar la competitividad de nuestras salas. Pensar que me cansé de ver archivadas e ignoradas infinidad de propuestas, algunas mías propias, y otras traídas de congresos y ferias en Las Vegas, para mantener esa mediocridad que era la meta a seguir.

Mis saludos cordiales.....