Exposición de Motivos del proyecto de ley por el que se instituye el Día del Emprendedor, a celebrarse el primer lunes de julio de cada año, cometiéndose al PoderEjecutivo la programación y ejecución de las correspondientes actividades.
El calendario reconoce días consagrados a distintas actividades y sectores de la sociedad, como el Día de la Industria, el Día del Patrimonio, el Día Internacional de la Mujer o el Día de los Trabajadores. Se propone establecer por ley el Día del Emprendedor. Ese día podrá celebrarse de distintas maneras pero nunca dejando de trabajar, porque el trabajo creativo, innovador, fecundo, es precisamente lo que caracteriza al emprendedor. Dedicarle un día del año a esta figura es reconocer sus méritos, exaltar los valores que encarna y proponerla como modelo válido a los jóvenes del Uruguay.
Emprendedor es alguien que actúa por propia iniciativa y no por orden ajena; que crea antes de repetir; que asume riesgos calculados en vez de optar siempre por la seguridad de lo conocido; que toma decisiones y asume sus responsabilidades, sin echar sobre los hombros de otros el fardo que le toca cargar a él.
El emprendedor es un líder en el ámbito en el que actúa. Atrae a otras personas, forma equipos, los hace funcionar y logra mantenerlos en funcionamiento por el tiempo necesario para la concreción del proyecto. El emprendedor se propone objetivos, reúne los medios que hagan falta para alcanzarlos y trabaja hasta que efectivamente los alcanza. Los obstáculos que se le cruzan en el camino no lo disuaden, sino que lo acicatean; lucha y persevera todo lo que sea menester, hasta removerlos. El emprendedor no es un soñador que se conforme con sus sueños, sino un hacedor que quiere lograr lo que se propone y está resuelto a hacer lo necesario para conseguirlo. El emprendedor no pierde tiempo lamentándose cuando le va mal, ni criticando lo que hacen otros; aprende de sus errores, los corrige, redobla su esfuerzo y compite con sus rivales porque tiene confianza en sus propias fuerzas.
Hay emprendedores en todos los campos de actividad. Emprendedor es, por ejemplo, el empresario que crea sus propias empresas y logra prosperar y enriquecerse, como Francisco Piria, y emprendedoras son también las personas como la Madre Teresa de Calcuta, a quienes su vocación religiosa las lleva a fundar y sostener obras de caridad en el seno de los sectores más pobres de una sociedad. Emprendedores son los deportistas que se proponen y logran una hazaña extraordinaria, como los marinos uruguayos que hace décadas recorrieron el mundo a bordo del “Alférez Cámpora”. Emprendedor es también el artista que, no conforme con crear, se empeña en difundir su manera de ver el mundo con fervor de apóstol y funda una escuela, como lo fue por ejemplo el legendario Taller Torres García.
Así como hay campos más o menos fértiles para la agricultura, hay sociedades más o menos propicias para que en ellas se formen y actúen los emprendedores. La sociedad uruguaya no forma parte del grupo de las primeras. Ello es así por algunas razones que vienen del fondo de nuestra historia de colonia española, y por otras que lucen la impronta de los tiempos que corren. No intentaremos esbozar aquí los rasgos de ese perfil cultural del Uruguay que hace que sólo un 7% de los jóvenes diga que quiere ser empresario, mientras decenas de miles de personas sueñan con ser ujieres en el Palacio Legislativo. Lo que importa es que una sociedad que valora por sobre todo la seguridad del empleo público y el sagrado inviolable de la jubilación, que desconfía del éxito y de los innovadores, difícilmente genere oportunidades, prosperidad, bienestar y una visión de la vida esperanzada y constructiva.
Modificar siquiera parcialmente la escala de valores de una sociedad, los criterios según los cuales juzga el desempeño de sus miembros y recompensa a unos o a otros, no es tarea sencilla; seguramente, no ha de lograrse sólo con la institución de un “Día del Emprendedor” ni con alguna otra medida de similar naturaleza y alcance. Pero “principio quieren las cosas”, y el que un paso no sea suficiente para alcanzar la meta no es razón para dejar de darlo. La acción del Estado, en este caso a través de la ley, puede contribuir a lograr cambios culturales, si tiene la energía y la continuidad necesarias para ello y si logra articularse eficazmente con esfuerzos en el mismo sentido, provenientes de fuera del Estado. En el Uruguay, hoy, hay diversos grupos y asociaciones que promueven los valores del “emprendedurismo”. El establecimiento, por ley, de un “Día del Emprendedor”, puede servir de foco a sus trabajos y darles un nuevo impulso.
El día elegido para el propósito indicado es el sugerido precisamente por el líder de uno de esos grupos, el Dr. Guillermo Sicardi: el primer lunes del mes de julio de cada año. Sicardi explica que eligió el primer lunes, porque el emprendedor es un iniciador, no un mero continuador de lo que hicieron otros, y porque el lunes representa el comienzo de la semana laboral, es decir, el comienzo del esfuerzo en pro de la concreción de los proyectos. En vez de decir “¡Gracias a Dios es viernes!”, dice Sicardi, quienes tienen fibra de emprendedores anhelan la llegada del lunes, porque quieren hacer, concretar, realizar.
El mes elegido es el de julio –sigue explicando el proponente- porque cuando al cabo de la primera mitad del año muchos comienzan a pensar ya en las vacaciones, los emprendedores se mantienen enfocados en sus objetivos, empeñados en aprovechar cada día para trabajar en pro de su consecución.
Se comete al Poder Ejecutivo la programación, organización y ejecución –por sí o por intermedio de otros actores, públicos o privados- de las actividades con las que haya de celebrarse, cada año, el “Día del Emprendedor”. Parece conveniente darle al Poder Administrador amplias facultades para que, escuchando a todas las voces que quieran aportar ideas y aprovechando la experiencia de otros países, escoja en cada ocasión los motivos y los instrumentos más apropiados para la celebración. Podrán ser ellos –dicho sea como ejemplo solamente- el homenaje a personalidades o instituciones destacadas por su aptitud emprendedora o por el apoyo que ofrezcan a los emprendedores, el reconocimiento a emprendimientos especialmente importantes, la premiación de emprendedores jóvenes y mujeres emprendedoras, el otorgamiento de facilidades o estímulos para la concreción de iniciativas que se consideren merecedoras de ese apoyo u otras medidas similares, que irán cambiando según lo aconsejen las circunstancias. Lo importante es que una vez al año por lo menos, el país reconozca y aplauda la tarea que cumplen todos aquellos que con su esfuerzo crean riqueza y valor, en todos los campos de la actividad humana.
Podría decirse que la celebración que proponemos no es sino el complemento del ya clásico “Día del Patrimonio”: si disfrutamos de lo hecho, de lo logrado, de lo que ya forma parte del patrimonio nacional, justo es que celebremos y reconozcamos el valor de lo que está en el origen de ese patrimonio, que es la actitud emprendedora de quienes un día se pusieron a trabajar para construirlo.
Reconocer el valor social de los emprendedores hoy, es la mejor manera de asegurarnos de que tendremos un patrimonio nacional para disfrutar mañana.
Dr. Ope Pasquet
Senador
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